Enrique IV (1425-1474), al que los cronistas oficiales denostaron en demasía, fue el primero que pensó en vivir en El Pardo, puesto que hay certeras evidencias de que el monarca Trastámara pasó largas temporadas en este lugar y recibió a importantes embajadores extranjeros, defendido por su excéntrica guardia mora, muy avanzada, aunque incomprensible, para el tiempo que le tocó vivir.
El emperador Carlos V, rey español con el nombre de Carlos I, emitió una Cédula Real (fechada el 20 de Julio de 1534) consagrando el uso cinegético del Monte de El Pardo.
El Pardo fue denominado Real Sitio a mediados del siglo XVIII, bajo el reinado de Fernando VI. Su sucesor, Carlos III, procedió a la incorporación a su Patrimonio de todos los Montes y Bosques de El Pardo. Comenzó entonces el desarrollo de planeamiento urbano y de construcción arquitectónica que finalizó en torno al año 1800. Con el fin de alojar a su numeroso séquito, hizo construir la Casa de Infantes y la Casa de Oficios, pero su mayor empresa fue en 1772 cuando mandó agrandar el palacio a su arquitecto, el famoso Sabatini, que había venido de Italia con él y al que encargó las obras más importantes en los Sitios Reales.
La nueva traza del palacio se aumentó por la parte del este con otro edificio exactamente igual al ya existente, quedando unidos ambos por un cuerpo central saliente, obligado por el resalte que dejaban las torres derribadas al alinearse las fachadas y en armonía con las cuatro de los ángulos, este cuerpo saliente le sirvió para presentar la entrada principal con puente sobre el foso en el lado sur y de igual manera en el norte, ocupando el centro de ambas un bello patio que marca un espacio central a modo de eje entre los otros dos grandes, el antiguo patio de los Austrias y el nuevo creado por la ampliación este, denominado de los Borbones.
Los techos de los nuevos salones se fueron decorando poco a poco y así tenemos varios realizados por Ramón Bayeu y Mariano Sánchez Mella, fechados en los reinados de Carlos III y Carlos IV y por Juan Gálvez y Zacarías González Velazquez, de la época de Fernando VII. El Real Sitio de El Pardo fue decorado con valiosos muebles, arañas de estilo francés y relojes de la colección de Carlos IV. Las paredes acogieron numerosas series de tapices, hechos expresamente en la Real Fábrica de Tapices de Madrid, sacados de los cartones de los más afamados pintores del momento, sobresaliendo los que Goya confeccionó expresamente para este palacio y las escenas populares flamencas pintadas por Teniers.
En esta exposición fotográfica, en suma, recorremos los rincones más reconditos y preciosos de este palacio madrileño.